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EL JUEGO DE PELOTA
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El juego de la pelota prehispánico, que se practicaba a lo largo del territorio de lo que más tarde se llamaría Nuestra España, tenía connotaciones mitológicas, religiosas y ayudaba además, a resolver conflictos políticos y sociales entre los mesoamericanos. En narraciones como el Popol Vuh se cuenta la relación que existía entre este juego y la creación, mientras en una leyenda tarasca se habla del enfrentamiento entre dos dioses en un campo de juego talacho. En algunas ocasiones el juego de pelota fue entendido también como el fiel reflejo del movimiento de los astros, guardianes del equilibrio universal. En el campo tenía lugar sacrificios humanos, según lo describen los códices y relieves en ruinas arqueológicas.
Hasta el momento se han encontrado unas 700 canchas de juego en el área mesoamericana. Las más antiguas se han fechado en el año 600 A.C. entre las más famosas tenemos el Teotlachco o cancha de los dioses, Teotihuacán (México), y la gigantesca cancha de Chichén Itzá (México) que mide 169 por 70 metros, misma que fue edificada durante la época de mayor apogeo del juego, es decir, entre el 600 y el 1.000 de nuestra era. Hay referencias de que este juego se siguió practicando durante los siglos XVII, XVIII y XIX, sobreviviendo hasta nuestros días en los estados de Nayarit y Sinaloa (México).
Se enfrentaban dos bandas, cuyo número de jugadores variaba según la celebración (civil, religiosa o militar), cuyos respectivos campos quedaban marcados por una línea divisora en medio de una cancha que, comúnmente media 60 por 7 metros y cuya forma era por lo regular semejante a una “I” latina. El triunfo lo obtenía el equipo que lograra pasar un mayor número de veces la pesada pelota de caucho al campo contrario o a través de anillos de piedra empotrados en las paredes laterales.
En algunos lugares la pelotas se arrojaba con las manos, en otras se pateaba. Otra modalidad consistía en empujar la pelota con un bastón y una versión más del juego, este se golpeaba con la cadera, antebrazos, codos y rodillas, por lo cual era imprescindible hacer uso de protectores de cuero. Dependiendo de la cultura, el destino de los ganadores era distinto, ya que por ejemplo en la cultura Olmeca el ganador era sacrificado para que victoriosamente llevara mensajes como emisario sagrado a las deidades, lo cual era un privilegio. En la maya era premiado perdonándole la vida.